El castigo

¿Quién fue el culpable?
¿Quién lo estropeó todo?

¡Con lo bien que estaríamos todos en el paraíso ahora mismo, con una temperatura ideal, rodeados de naturaleza, mar, ríos, animales (las moscas, son bichos, no cuentan) y con abundantes alimentos vegetales que, además de ser gratis -lo cuál nos evitaría trabajar y, por lo tanto, estudiar- nos mantendrían en línea, felices y saludables!

Pués ¿quién iba a ser?

Según mi profesora de religión: "Dios, castigando a Adán y Eva por no obedecerle".
Pero tú y yo sabemos que el culpable, como cabía esperar, es un padre castigando a sus hijos por apenas un descuido nimio. 
¡Ay! Y aquí estamos. Miles de años después con la misma cantinela.

Los castigadores, pese a haber pasado varios siglos, no han cambiado nada. Siguen siendo poderosos, gruñones y mandones. Y, por encima, han consolidado dos características:

1. La firmeza. Ni Dios nos ha devuelto el paraíso. Ni mis padres me perdonan un castigo.

2. La inmediatez. Acción=Reacción. Dicen que es importante que los hijos asociemos la mala acción cometida con una corrección inmediata. Pero ¿a quién quieren engañar? Todos nosotros sabemos que los padres lo hacen por un simple motivo: el de no olvidarse.

Tampoco han cambiado mucho los castigos, no te creas. Mucha evolución, educación, tecnología y lo que tú quieras ... pero con cada corrección, al menos en mi caso, se acaba toda posibilidad de alcanzar el paraíso soñado.

Las más recurridas formas de castigo en mi familia son:

a) La llamada de atención. También llamada manotazo o colleja. 
Su uso principal es como toque de atención ante un acto enérgico inaceptable o palabrota. Tengo que reconocer que mi padre es especialista en esta sección y ha desarrollado esta técnica hasta alcanzar dos patentes: una primera versión llamada "colleja voladora" - con preaviso y lanzadera-; y una versión actualizada, llamada "dron-colleja" -con sistema GPS incorporado-.
El efecto de este castigo es inmediato, por experiencia.

b) La técnica de aislamiento. También llamada familiarmente "hacer un Mazinger Z" -en lugar de "puños fuera" es "Hugo fuera"-.
Consiste básicamente en apartarme de la escena durante unos minutos para procurar mi tranquilidad y reflexión sobre los hechos, en principio. Y digo ésto  porque a mí lo único que me sirve es para buscar alguna distracción nueva o empezar a crear pensamientos "peligrosos"
El efecto de esta técnica es retardado ya que durante los primeros minutos se apodera de mí una rabieta y un enfado terrible que me nubla el sentido. Luego, ya más calmado, reconozco mis fallos, pido perdón, peloteo a mi madre con besos y, a veces - tan sólo a veces-, consigo que ella se enternezca.

c) Confiscación de PSVITA. También llamada "semana sin maquinita".
Esta es la técnica más usada por mi madre desde que empezó el colegio. 
Su aplicación se utiliza para castigar sin remordimientos todo tipo de despistes, faltas de acción o dejadez de funciones (el típico "ya voy" que dura más de diez minutos).
El efecto es a largo plazo y a día de hoy estoy castigado en diferido hasta Navidades. Casi nada!

d) Recompensas.
Su uso se basa en el elogio y la atención positiva ¡pero caramba! Después de llenar un tablero de puntuaciones, con adhesivos y estrellitas que cuestan un enorme esfuerzo conseguir, gracias a tus caprichosas peticiones de padre sibarita, qué menos que recibir junto con ese abrazo un buen puñado de dinero!. ¿O crees que si tu jefe te diera tan sólo un abrazo a final de mes estarías motivado en el trabajo?
El efecto es doble (pillín): a corto y largo plazo. A corto porque dispongo del listado de lo que se espera de mí, que me ayuda a concentrarme y a focalizarme.
A largo plazo porque la recompensa final merece la pena (casi siempre). 

Y acabada la lista te invito a una reflexión. Si ésta te ha parecido corta, puedes contarme esos horribles castigos a tus inocentes hijos. Si la lista te parece muy larga probablemente seas un hijo sufridor que te has quedado sin paraíso. Confía en mí, aquí puedes desahogarte.